Luz de luna en el cielo acariciando la montaña, las flores rojas se ocultan abrazando la oscuridad. Y en la mañana el cielo azul canta sin dejar de amar. Las estrellas tan lejanas y dispersas en el cielo, bailan danzas apacibles y estallidos sin control. Y alguien habrá de despertar y cantará sin dejar de amar.

Despiertan bajo el cielo las lunas festivas, cantan al sol en la mañana y vuelven a sus nidos a soñar con las malvas. Vuelan entre cables y ramas de árbol, juegan al silencio entre sombras y mueren con el río y con sus últimos trinos. Descansan en el regazo del aire, maravillosas flautas que besan a las nubes. Se ciernen sobre la tristeza de los abatidos y llenan de amor el horizonte. Disipan la calma de los valles, recorren el espacio como ágiles saetas y sueñan en la noche con sus nuevas melodías.

Un girasol baila ahora cerca al cielo, las nubes danzan con la brisa a cuestas, su amor y su canción la llevan a la luz. Los perros ladran ante la aparición de la luna. El dolor, caricia de las mariposas al cielo festivo donde yace la lluvia. La nación de la ambigüedad canta conmigo los pesares del mundo.

Fluye, siguiendo el curso de los ojos de la tierra, que no ha habido fiera más incansable que tu derroche, y que ojalá, tu pasado glorioso, vuelva del infierno de basura y muerte, y que ojalá, tu gracia entre flores y árboles danzantes, no sea el último suspiro de tu pasado cristalino. Río indómito, río de canciones de amor. Caudal de galope de lluvia, furioso o calmo lamento, incesante andar de silencios, fugaz pasajero del tiempo. En la noche de estrellas de sueños te avisan las flores del paso del viento. Letras que se escurren entre las rocas que besas, poemas valientes que se aventuran contigo. Llanto de la tierra, refugio de lágrimas, incesante amigo. Canción de fuego helado, lamento del mundo herido.

Al caminar por la ciudad veo reír al dulce sol, las flores de hoy en su esplendor pequeños capullos como el amor. Amarillas y pequeñas flores alegres en la vereda… Amarillas y pequeñas flores alegres en la vereda… Dulce clamor entre el verdor quiero reír contigo al pasar, voy a cantar una canción que está inspirada en tu fulgor. Amarillas y pequeñas flores alegres en la vereda… Amarillas y pequeñas flores alegres en la vereda… Locura feliz tu habitar, creces feliz y nadie te ve, entre canciones y sucio smog voy a invitarte a pasear. Amarillas y pequeñas flores alegres en la vereda… Amarillas y pequeñas flores alegres en la vereda…

Un ave trina en la mañana, entre los pasos de fuego de los caminantes de la madre tierra. Una nube se difumina en el horizonte de cara a los que claman con un grito de libertad en los labios. Un silencio se teje entre las plantas cercanas al río furioso de historia triste, y el canto de los hombres y las mujeres que despiertan de su sueño va colmando los corazones de los abatidos y de los que decaen. El rugido de los leones se extiende hasta las urbes, dolor y rabia en su seno. Justicia reclama, que los devuelvan vivos.

Gris nube en el cielo de rosas enojadas y besos decadentes, baña al suelo con tu llanto y moja a los ríos que crecen con tu canto. El dinero tapiza de asfalto sin mesura a la flor, la minoría tiene el poder y destruye a la vida. El cielo de furia acumulada cubre en la mañana los rayos del sol, su grito natural acompañara al solitario. El dinero tapiza de asfalto sin mesura a la flor, la minoría tiene el poder y destruye a la vida.

Los peces del mar desaparecen, las flores del valle desaparecen. El árbol del bosque desaparece; la fauna, la flora desaparecen. Perdamos la vida frente al televisor, los niños del futuro se canibalizarán, bailaran tranquilos alrededor del estallido de una bomba nuclear.

Canto sigiloso de llama suave y llanto azul como el viajero del viento que solo aspira a ver el sol. La noche hará del tiempo un beso de rosas y un sueño gris si la calma del aire acaricia al cielo en vez de huir. Caricia de lamento que desespera en la ciudad, vuela hacia la alegría de los amantes que ya no están. Las ramas de las palmeras se mecerán ante tu dolor cuando el valle verde arroje al viento su nueva flor.

Da un paso tras otro, suspira con las manos sobre el rostro, esas manos que recogen sus turbias lágrimas y desenmascaran su dolor ante las máquinas. Las nubes, testigos de la masacre, lloran sobre el follaje de verde azulado que está cansado de soportar el pesado aire y los gases radioactivos. El llanto y el silencio no dan lugar a la belleza de la danza que la luna apreciará en la noche, quizás el cansancio le ganó la partida al dolor y la lluvia no anima al árbol que resiste, pues su tristeza es profunda y afilada. Un ser sediento, entre cables, apuñala al árbol en un costado y lo desangra, pero no hasta la muerte. El suelo árido de los alrededores, dónde yacen cadáveres de animales descompuestos, se viste de los pasos de la máquina que colma de alegría su boca sedienta y del desperdicio de una bocanada de oxigeno que arroja el árbol moribundo al aire viciado. La luna baila ahora con el árbol pues la noche ha llegado al fin, la calma se hace presente entre la muerte y el rugido de las fauces metálicas que cesan. Ahora el árbol yace cansado, sobre el suelo, vomitando un fluido aceitoso y recitando un poema que las máquinas graban y habrán de reproducir en la inmensidad del mundo deshabitado. El árbol susurra, suspira, hace una pausa, se levanta para mirar el cielo y sus colores grisáceos y deja correr por su rostro la última lágrima de su moribundo sueño. El árbol baila al fin, entre pasos graciosos y lentos, como los de un desahuciado, arroja sus brazos al viento y sus hojas ya resecas se alivian en el suelo y crujen bajo el baile maldito que cesa con un último suspiro, un suspiro de muerte, un suspiro de llanto.

Está situado el dolor en la canción al lado de mi pecho herido por la miseria del mundo cruel que subyuga que no reacciona. Muertos están los girasoles danzantes. El dolor se marchitó de repente cuando los perros vinieron a buscarme y me mordieron una oreja para despertarme del sueño, para calmar mi tristeza, para llenar el vacío; ellos son ahora mis amigos y los arboles y el sol y las nubes y la lluvia.