El concepto de viejo y nuevo en el mundo de las artes ha sido analizado desde todos los puntos de vista. Desde luego, no puede hacerse con precisión. La música es tan grande en el tiempo y en el espacio que nunca podrá describirse a través de fórmulas, sino, mas bien, mediante sensaciones.

La curiosidad que impulsa a la busqueda jamás estará completamente satisfecha. Cuando se encuentra una pieza, ésta revela nuevas pistas que nos incitan a buscar más alimento, influencias, innovaciones y encuentros que se dan desde la elocuencia del sonido.

Así pues la fiebre toma posesión de nosotros y nos libera hacia el lenguaje del sonido, su poderío; aquel que la agrupación manizalita agita con fiebre, capturando el espíritu del punk; la ira y el enfoque, la negación misma del músico maestro. Este dúo que se mueve entre la montañosa Manizales y Bogotá es lo esencial y primitivo de la mente; energía, movimiento. La rata, es una maquinilla en busca de laceraciones profundas, una invitación a sacudirse con fuerza.

Sus manifestaciones son heterogéneos, musicalmente hablando, tanto en forma como en intención. Por un lado, tiende hacia el extremismo o la negación, la deconstrucción de la textura musical, por otro, busca la forma, el elemento geométrico dentro del caos.

Su esencia es sin duda salvaje, la personificación de fantasías mórbidas con piel de ruido neurótico, mentalmente inestable; un juego llamativo que difícilmente se puede ignorar, dejar de sentir.