Este encierro es ninguna posibilidad de crear nada, sí desde éste surge la propuesta de una revuelta al colonialismo, no es sino a través de un valor tirado a ceros. El profundo fracaso a lomo de serpiente. Esta insurrección se nos presenta en su forma más primitiva y por esto más colmada de desasosiegos. Congregados por el miedo comienza alzarse la figura del consenso; esa voz del pueblo que por azares desventurados termina por encarnar la sombra del Estado. Las leyes que lánguidas y temerosas voces crearon, comienzan a sonar tan fuerte como la opresión. La sombra toma el cuerpo de cada uno de nosotros para apropiarse de las voluntades; se suprime la colectividad autónoma de los disidentes con el argumento del látigo. Tenemos pues el cruento retorno de la historia sobre sí misma. Hemos vuelto a la caverna.

Cúlmine nos quiere advertir de la hiperproducción que sólo oculta hiperfracaso tan latente en el pseudognosticismo de la revolución interiorizada y vuelta a interiorizar; no hay palabras que nos salven de este camino hacia el interior, dicen los de la Patagonia. Cada guitarreo devela sólo eso, que el devenir de los nuevos insurrectos es la asimilación del Estado/Nihilismo/Sombra en cada átomo; que en cada partícula de ADN y en lo más profundo de cada cuerpo que vemos hay un homúnculo que mueve una extensa maquinaria que este encierro ha expuesto. La fuerza de esta banda está en todo su conjunto, sólido y él mismo procurandose un futuro así sea distópico pero en constante lucha por mantenerse libre por las calles de Fisque Menuco; mientras muchos de nosotros somos, en casa encerrados, ese golem de αυτός consumista, que se devora a sí mismo hasta encontrar ese incubus homuncular para volver a crecer en la esperanza fundada en nada. Sólo consume, consúmete y paga.