Entonces, ¿qué somos?, ¿un concentrado de rutinas solemnes, crípticas, románticas, ridículas e irrepetibles que nacen y se desintegran continuamente? Somos cintas en bucle, una simple cifra de tiempo y toda una vida.

Somos las cintas que viven justo en ese momento y se llaman infancia, y luego madurez, y luego vejez, solo un momento que luego se destruye y se reemplaza por lo siguiente, lo que viene después. ¿Y somos nosotros dentro de los bucles? Sí, dentro de ellos, somos una marcha inmutable que desnuda los ojos y se pregunta sin escape, ¿qué es la tristeza? Y respondemos: la rueda de esmeril que muele continuamente sin romperse, que desecha los destinos, que destruye los días y pulveriza los amores hasta que llegue un mejor día.

Así pues, somos un misterioso velo al final de las rutinas, un viento proveniente del mar que acaricia la espuma de los detalles. Somos las entrañas del campo, esas atrapadas en la noche de invierno, esas que pertenecen a la luz de la luna, a los gritos lejanos de locos gatos callejeros.

Cavando en la tierra arcillosa podemos encontrar, perfectamente conservados, fósiles y peces que pertenecen a otra época. El camino que la música, en modo soñador, nos sugiere. Somos el trasegar por las fibras sutiles que permanecen en nuestras manos rotas.

En los sonidos las imágenes aparecen, porque el sonido es intrínsecamente imagen y no necesariamente una relación de causa-efecto jerárquica entre los dos. Árboles de nieve es prueba de esto, es un encantamiento que crea nuevos sentidos.

Difícil de explicar con palabras el encanto de las composiciones del músico malagueño, JAULA. Resulta aún más difícil convencer al lego de la asombrosa capacidad de éste para crear y renovar estados muy emocionales y, ciertamente, poco comunes. Un arte derivado de la singularidad. Un flujo de sonido que recuerda a una ola del mar que va y viene, aparentemente siempre igual a sí misma. Una práctica o transposición del movimiento; o si queremos, una renovación de la vida, un nacimiento, una purificación del ciclo de la existencia.

Todas estas sensaciones y conceptos que sugerimos al escuchar este disco concluyen en una obra que escribe demasiado sobre sí misma y, al mismo tiempo, sobre nosotros mismos, los oyentes que habitamos estos árboles de nieve.